Pareciera que las tradiciones populares que usan animales, tales como el rodeo, las peleas de gallos, las carreras de galgos, la trilla con animales, entre otras, están quedando obsoletas. A nivel nacional, es constante el rechazo que generan estas prácticas en la ciudadanía y, así también, quienes prefieren consumir productos cruelty free. Sin embargo, ellas permanecen vivas, sobre todo en los territorios rurales del país.
Por su parte, a nivel global, países como Francia, Italia, Colombia, Austria y Suiza penan con multas o cárcel a quienes ejerzan violencia sobre los animales o los usen para la diversión. ¿Será posible cambiar ciertas prácticas, arraigadas en la cultura, que producen “maltratos” a los animales?
“Las tradiciones son buenas porque nos identifican como cultura, pero también tenemos que alinearlos con tradiciones que no tengan relación con la esclavitud, con seres que son capaces de sentir. Existe cierto límite”, opina Tatiana Burgos, vocera de la organización de liberación animal Acción Directa.

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Qué es y qué no es maltrato:
En Chile existen dos regulaciones que se refieren a este tema. Una de ellas es la Ley N° 21.020 sobre tenencia responsable de mascotas y la Ley N° 20.380 sobre Protección de Animales. Sin embargo, ninguna de ellas se ha aplicado con rigurosidad sobre el uso de animales para la diversión.
“En los gallos hay un par de condenas por maltrato animal, pero nunca se ha ganado un juicio en el cual hayan dicho ‘esta actividad es maltrato animal’. Y es relativamente lógico, porque aquí lo que importa es que los actos sean juzgados, para saber si es que son o no constitutivos de maltrato animal según la ley. El problema es que lo que la gente entiende por maltrato animal realmente es difuso, nadie sabe lo que es maltrato animal, no lo conoces, los animalistas manipulan el lenguaje de tal manera que todo es maltrato animal”, opinan dirigentes de la Multigremial Soy (del) Campo.
Efectivamente, el maltrato animal no está definido en los cuerpos de Ley mencionados. Asimismo, la Declaración Universal de los Derechos del Animal, adoptada por la Liga Internacional de los Derechos del Animales en 1977, identifica los derechos “naturales” de las especies no humanas, pero tampoco define qué es el maltrato.
Un ejemplo de esta problemática en Chile es la que enfrentaron las y los activistas que apoyaron el proyecto de Ley que prohibiría las carreras de perros galgos, que fue rechazado el año pasado en la Cámara de Diputados. Los argumentos en contra de la moción apuntaron a la fuerza de la identidad y tradición campesina.
Luis Martínez, rescatista de galgos cuenta que esta práctica conlleva una serie de irregularidades: “hay ludopatía, antes las apuestas eran de 50 mil pesos, pero ahora se ha infiltrado el narcotráfico, por lo que las apuestas pueden llegar hasta los 10 ó 20 millones de pesos”.
El activista opina que las consecuencias de esta tradición las reciben los perros, que son rescatados con diversas lesiones y daños hepáticos, pues para que rindan en la carrera, se les inyectan vitaminas y drogas. “Concluida la carrera, los galgos los ponen en una jaula donde permanecen encerrados por dos semanas hasta la nueva carrera”, cuenta.
Especismo versus tradición.
El sociólogo Eduardo Galo explica que la noción que respalda el uso de animales para la diversión es el “especismo”, un mecanismo de opresión hacia otras especies que nos hace verlas como inferiores a nosotros, los humanos.
“Vemos a los animales como seres que nos pueden dar un beneficio, jamás vemos al individuo que hay detrás. Y eso se traslapa con otros espacios, como la religión que también da una visión de cómo nos relacionamos con los animales, y asimismo la escuela; ni siquiera dentro de la misma academia hay espacios que logren visibilizar las violencias tan naturalizadas en estas construcciones arbitrarias”, analiza Galo.
Sin embargo, según el sociólogo, esta práctica se contradice con las respuestas que tenemos a otros tipos de violencia u ‘opresión’. “Cuando hablamos de especismo hablamos de un sistema de opresión que incluye las mismas lógicas de violencia que rechazamos en otros espacios. Nadie está de acuerdo con las lógicas racistas. Sin embargo, en el cotidiano practicamos lógicas especistas que ni siquiera logramos ver como algo violento”, señala.
Por su parte, la vida y cultura campesina arraigada en las tradiciones nacionales encuentran su sustento y cosmovisión en compañía de los animales no humanos. Así lo refleja el discurso de un dirigente de la Multigremial Soy Campo: “nosotros tenemos una relación con los animales que tiene muchos elementos. Por ejemplo, tienes un compromiso diario con tus animales, porque no conocen los feriados ni el fin de semana. Los animales para nosotros son nuestra vida, pueden ser nuestro sustento, pueden ser también nuestro trabajo, son nuestra forma de entretenimiento”.
La historia del especismo tiene larga data en la humanidad, al ser la caza y la pesca una de las primeras formas de sobrevivencia de las comunidades, formas de vida que diversas culturas mantienen hasta hoy. En nuestro país, diversos pueblos originarios han practicado sacrificios de ganado para rituales de fertilidad.
Así también, tal como lo refleja su discurso, esta relación ambivalente es también parte de la cultura campesina que habita las zonas rurales del centro y sur de Chile. “Cuando tú quieres sacar los animales o acabar con las tradiciones o terminarlas por distintas razones, lo que se produce para nosotros es una desestructuración absoluta de nuestras vidas, o sea, si a mí me quitan los caballos, me matan o me dejan cerca”, señalan desde la Multigremial.
¿Soluciones?
Reemplazo del uso de los animales no humanos en la ciencia o la agricultura existen, ya que para la experimentación de cosméticos y medicinas se buscan alternativas bioinformáticas y el uso del big data para modelar posibles efectos adversos en humanos; mientras que, en la agricultura, cada día es menos común ver animales en prácticas de cultivo, los cuales han sido progresivamente reemplazados por maquinarias.
Lamentablemente, el uso de animales para el espectáculo en las tradiciones nacionales está lejos de desaparecer, al menos, del imaginario popular.
Mientras los grupos defensores de la libertad animal señalan que es necesario avanzar hacia “culturas libres, para que tengamos la capacidad de respetar a otros seres que pueden sentir”, según la activista Tatiana Burgos; los grupos de campesinos señalan que, al prohibirlas tal como las conocemos hoy día, se rompe un tejido social y económico importante en los territorios: “nosotros vivimos en torno, por, para y con los animales; nuestras amistades son por, para y con los animales”, como señalan de la Multigremial.
Pareciera que la tarea es descubrir una forma de reemplazar su presencia en las tradiciones, sin embargo, esta realidad es difícil de imaginar para quienes sostienen sus formas de vida en base a ellos.



