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Panorama imperdible para este fin de semana; Festival Ladera Sur 2025 sorprende con más de 200 speakers y artistas como Ana Tijoux , Gepe, Quique Neira y Mamaconga

Este 28, 29 y 30 de noviembre se realizará la cuarta edición del Festival Ladera Sur, el mayor encuentro de naturaleza, medio ambiente y cultura sostenible de Chile y Latinoamérica. La cita vuelve al Parque Santa Rosa de Apoquindo, en Las Condes, con una programación que reúne música en vivo, charlas, talleres, arte, experiencias educativas, gastronomía y actividades para todas las edades. Este año, el festival ofrecerá un beneficio especial: el viernes 28 la entrada será gratuita hasta las 13:00 horas, en el marco del lanzamiento de Ecosistema Ladera Sur, un espacio dedicado al diálogo entre el mundo público, privado y la sociedad civil. Además, los niños y niñas de hasta 12 años no pagan durante todo el fin de semana. Como parte de la programación del viernes 28, el festival presentará el conversatorio “El Futuro Medio Ambiental de Chile”, que reunirá a Ricardo Irarrázabal (comando Kast) y Daniel Melo (comando Jara), en un diálogo sobre políticas climáticas y sostenibilidad. La instancia será moderada por la periodista de CNN Chile, Macarena Morales, y se realizará entre las 11:00 y 12:00 horas en el Escenario Natura. La actividad será transmitida por el canal de YouTube de Ladera Sur y CNN Chile. Cartel musical: tres días de música para todos los gustos El festival confirma un cartel musical que dialoga con distintos públicos y momentos del fin de semana: Speakers internacionales, ciencia, conservación y sostenibilidad La edición 2025 reunirá a más de 200 charlistas nacionales e internacionales, entre ellos figuras de renombre mundial: A ellos se suman más de 100 ONG ambientales y 170 emprendimientos sustentables, junto con charlas, talleres, actividades creativas, experiencias inmersivas y zonas gastronómicas. Cada día del festival propone un recorrido que invita a repensar cómo habitamos el territorio y cómo podemos reconectar con la naturaleza desde la vida cotidiana. Escenarios y espacios del festival El festival contará con seis escenarios temáticos, donde se desarrollarán de manera simultánea presentaciones musicales, charlas de expertos, paneles, talleres y actividades corporativas y educativas. También habrá más de siete zonas temáticas, destacando espacios de gastronomía consciente, mercado de emprendimientos, áreas dedicadas al outdoor, arte y vida sostenible, junto a una zona infantil especial llamada El Nido, pensada para que los más pequeños se conecten con la naturaleza mediante juegos y actividades educativas. Adicionalmente, estará presente el MIM itinerante, un muro de escalada, exposiciones fotográficas, activaciones de marcas, catas, talleres creativos y espacios de descanso, convirtiendo al festival en una experiencia integral para familias, niños, jóvenes, empresas y amantes de la naturaleza. Ecosistema Ladera Sur: un nuevo espacio de encuentro El festival debutará con Ecosistema Ladera Sur, una iniciativa que busca inspirar, vincular y movilizar al ecosistema público-privado hacia un modelo económico más consciente y regenerativo. El viernes 28 incluirá conversatorios, ruedas de negocios, mentorías, speed dating, talleres y actividades de networking, con la presencia de organizaciones, empresas, fundaciones y expertos en sostenibilidad. Un ecosistema que crece Ladera Sur ha desarrollado un ecosistema que reúne un medio digital líder en naturaleza, iniciativas de impacto, programas educativos y un festival que conecta a miles de personas en torno al cuidado del planeta. El evento cuenta con el apoyo de aliados como Bci, Patagonia, Natura, Oceana, PEW, Fjällräven, ReSimple, Cámara de Comercio de Santiago, CORFO, Ministerio del Medio Ambiente (MMA) y GORE RM, quienes refuerzan el compromiso de avanzar hacia un Chile más sostenible. Entradas y beneficios Las entradas están disponibles en Ticketmaster, con los beneficios previamente anunciados: La programación completa ya está disponible en festivalladerasur.com, y las entradas continúan a la venta en Ticketmaster.cl . 

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Análisis al debate de las especies y los humanos

La relación entre los seres humanos, los animales y la naturaleza ha sido construida históricamente sobre una jerarquía que reproduce sistemas de dominación. En América Latina, estas relaciones son especialmente complejas debido a la coexistencia de prácticas culturales tradicionales, como las que se encuentran en el mundo campesino e indígena, con discursos éticos contemporáneos sobre los derechos de los animales y la justicia ambiental. Las tensiones entre tradición y modernidad, así como entre prácticas arraigadas y los nuevos paradigmas ético-políticos, constituyen el terreno central sobre el cual se configura la actual discusión interespecie en la región. Foto de Oskar Kadaksoo en Unsplash La filósofa argentina María Lugones (2010) sostiene que la colonialidad no solo impuso una lógica económica, sino también una clasificación jerárquica de los seres vivos. En su propuesta de la “colonialidad del género”, Lugones explica cómo la dominación moderna se articuló sobre dicotomías como humano/animal, cultura/naturaleza, razón/cuerpo. Esta visión ha generado sistemas de poder donde los animales quedan subordinados y explotados como recursos, en una continuidad con la dominación sobre mujeres, pueblos originarios y territorios. En este sentido, el especismo —definido inicialmente por Ryder (1970) y desarrollado por Peter Singer (1975)— ha sido objeto de revisiones críticas desde el Sur Global. Mientras Singer plantea una ética utilitarista que extiende la consideración moral a todos los seres sintientes, autores latinoamericanos han cuestionado el sesgo universalista, blanco y abstracto de estas posturas. Leonardo Boff (1995), desde la teología de la liberación, propone una “ecología integral” que sitúa la vida como el centro ético, incluyendo a los animales y a los ecosistemas como sujetos del cuidado. Desde el feminismo decolonial, Rita Segato (2014) plantea que las lógicas de dominación sobre los cuerpos animales están imbricadas con la dominación sobre los cuerpos feminizados. Así, el maltrato animal no puede analizarse en abstracto, sino como parte de una estructura patriarcal y colonial que organiza jerárquicamente lo humano y lo no humano. Sayak Valencia (2010), desde la teoría del capitalismo gore, profundiza en esta relación al señalar cómo el capitalismo contemporáneo convierte los cuerpos en mercancías desechables, extendiendo esta lógica a los animales explotados por la industria alimentaria o el espectáculo. La tensión entre las tradiciones culturales y los derechos de los animales representa uno de los dilemas más visibles en el debate público latinoamericano. En Chile, por ejemplo, la discusión sobre el rodeo, las carreras de galgos o la trilla con bueyes enfrenta a grupos defensores de las tradiciones con movimientos animalistas que denuncian estas prácticas como formas de maltrato. Esta dicotomía, sin embargo, es simplista. Catherine Walsh (2005) propone el concepto de interculturalidad crítica para salir de la polarización entre lo “propio” y lo “ajeno”. Según esta visión, es posible cuestionar prácticas tradicionales sin invalidar las culturas que las sostienen, siempre que se promueva un diálogo horizontal y ético. En el mundo indígena latinoamericano, existen formas de relación con los animales que se distancian tanto del especismo moderno como de ciertas visiones occidentales de derechos. En las cosmovisiones andinas, por ejemplo, los animales son considerados “hermanos menores” y parte de una red espiritual que conecta a todos los seres. Arturo Escobar (2014) sostiene que estas formas de vida responden a racionalidades diferentes a la lógica extractivista del desarrollo, y por lo tanto deben ser consideradas en cualquier propuesta ética y política que aspire a la sostenibilidad. El ecofeminismo latinoamericano ha sido una de las corrientes más potentes para pensar estas articulaciones. Yuderkys Espinosa Miñoso (2020) argumenta que no basta con denunciar el patriarcado o el racismo; es necesario también desmantelar las estructuras especistas y antropocéntricas que sostienen al sistema capitalista. Desde esta perspectiva, el cuidado se transforma en un principio ético-político que debe extenderse más allá de la especie humana. Verónica Gago (2019), desde el feminismo popular, enfatiza que el cuidado no es una tarea esencialista de las mujeres, sino una práctica comunitaria de defensa de la vida frente a la violencia sistémica. Una contribución clave a este marco es el concepto de cuerpo-territorio, desarrollado por la activista maya-xinca Lorena Cabnal. Este plantea que el cuerpo femenino y el territorio son ambos espacios políticos atravesados por las mismas violencias coloniales y patriarcales. Así, la defensa de la tierra y la defensa del cuerpo se conectan con la defensa de la vida animal como parte de un mismo tejido vital. Esta mirada permite complejizar la discusión sobre derechos animales, insertándola en luchas más amplias por la justicia ecológica, territorial y de género. La historia de las relaciones humano-animal en América Latina ha sido invisibilizada en gran parte por una historiografía centrada en lo humano y en los procesos productivos. Sin embargo, como señala el historiador chileno Gabriel Salazar, los animales han sido actores fundamentales en la vida rural, en el trabajo, la movilidad y la subsistencia. Esta presencia ha sido al mismo tiempo afectiva y utilitaria, generando vínculos ambivalentes que hoy deben ser revisitados críticamente. Desde la literatura, autoras como Samanta Schweblin, Clarice Lispector o Gabriela Mistral han construido relatos donde la vida animal es narrada con sensibilidad ética, rompiendo la lógica instrumental que predomina en otros discursos. Frente a estos antecedentes, es necesario proponer una ética interespecie situada. Esta ética no puede ser abstracta ni universalista, sino que debe reconocer los contextos históricos, culturales y territoriales en que se construyen las relaciones humano-animal. Val Plumwood (2002), aunque desde un enfoque no latinoamericano, propone superar el dualismo naturaleza/cultura mediante una ontología relacional que reconoce la agencia de los seres no humanos. Esta propuesta puede dialogar con las cosmovisiones del Abya Yala, que históricamente han comprendido la vida como una red de reciprocidades entre humanos, animales, plantas y elementos naturales. Finalmente, autores como Silvia Rivera Cusicanqui y Raquel Gutiérrez Aguilar proponen que la lucha por nuevas formas de vida debe comenzar por descolonizar el saber, la percepción y las relaciones. En ese proceso, la pregunta por los animales no es una cuestión menor ni secundaria: es parte del desafío más amplio de imaginar un mundo donde todas las vidas —humanas y no humanas—

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La dialéctica del maltrato animal en las tradiciones

Pareciera que las tradiciones populares que usan animales, tales como el rodeo, las peleas de gallos, las carreras de galgos, la trilla con animales, entre otras, están quedando obsoletas. A nivel nacional, es constante el rechazo que generan estas prácticas en la ciudadanía y, así también, quienes prefieren consumir productos cruelty free. Sin embargo, ellas permanecen vivas, sobre todo en los territorios rurales del país. Por su parte, a nivel global, países como Francia, Italia, Colombia, Austria y Suiza penan con multas o cárcel a quienes ejerzan violencia sobre los animales o los usen para la diversión. ¿Será posible cambiar ciertas prácticas, arraigadas en la cultura, que producen “maltratos” a los animales? “Las tradiciones son buenas porque nos identifican como cultura, pero también tenemos que alinearlos con tradiciones que no tengan relación con la esclavitud, con seres que son capaces de sentir. Existe cierto límite”, opina Tatiana Burgos, vocera de la organización de liberación animal Acción Directa. Foto de Lee Pigott en Unsplash Qué es y qué no es maltrato: En Chile existen dos regulaciones que se refieren a este tema. Una de ellas es la Ley N° 21.020 sobre tenencia responsable de mascotas y la Ley N° 20.380 sobre Protección de Animales. Sin embargo, ninguna de ellas se ha aplicado con rigurosidad sobre el uso de animales para la diversión. “En los gallos hay un par de condenas por maltrato animal, pero nunca se ha ganado un juicio en el cual hayan dicho ‘esta actividad es maltrato animal’. Y es relativamente lógico, porque aquí lo que importa es que los actos sean juzgados, para saber si es que son o no constitutivos de maltrato animal según la ley. El problema es que lo que la gente entiende por maltrato animal realmente es difuso, nadie sabe lo que es maltrato animal, no lo conoces, los animalistas manipulan el lenguaje de tal manera que todo es maltrato animal”, opinan dirigentes de la Multigremial Soy (del) Campo. Efectivamente, el maltrato animal no está definido en los cuerpos de Ley mencionados. Asimismo, la Declaración Universal de los Derechos del Animal, adoptada por la Liga Internacional de los Derechos del Animales en 1977, identifica los derechos “naturales” de las especies no humanas, pero tampoco define qué es el maltrato. Un ejemplo de esta problemática en Chile es la que enfrentaron las y los activistas que apoyaron el proyecto de Ley que prohibiría las carreras de perros galgos, que fue rechazado el año pasado en la Cámara de Diputados. Los argumentos en contra de la moción apuntaron a la fuerza de la identidad y tradición campesina. Luis Martínez, rescatista de galgos cuenta que esta práctica conlleva una serie de irregularidades: “hay ludopatía, antes las apuestas eran de 50 mil pesos, pero ahora se ha infiltrado el narcotráfico, por lo que las apuestas pueden llegar hasta los 10 ó 20 millones de pesos”. El activista opina que las consecuencias de esta tradición las reciben los perros, que son rescatados con diversas lesiones y daños hepáticos, pues para que rindan en la carrera, se les inyectan vitaminas y drogas. “Concluida la carrera, los galgos los ponen en una jaula donde permanecen encerrados por dos semanas hasta la nueva carrera”, cuenta. Especismo versus tradición. El sociólogo Eduardo Galo explica que la noción que respalda el uso de animales para la diversión es el “especismo”, un mecanismo de opresión hacia otras especies que nos hace verlas como inferiores a nosotros, los humanos. “Vemos a los animales como seres que nos pueden dar un beneficio, jamás vemos al individuo que hay detrás. Y eso se traslapa con otros espacios, como la religión que también da una visión de cómo nos relacionamos con los animales, y asimismo la escuela; ni siquiera dentro de la misma academia hay espacios que logren visibilizar las violencias tan naturalizadas en estas construcciones arbitrarias”, analiza Galo. Sin embargo, según el sociólogo, esta práctica se contradice con las respuestas que tenemos a otros tipos de violencia u ‘opresión’. “Cuando hablamos de especismo hablamos de un sistema de opresión que incluye las mismas lógicas de violencia que rechazamos en otros espacios. Nadie está de acuerdo con las lógicas racistas. Sin embargo, en el cotidiano practicamos lógicas especistas que ni siquiera logramos ver como algo violento”, señala. Por su parte, la vida y cultura campesina arraigada en las tradiciones nacionales encuentran su sustento y cosmovisión en compañía de los animales no humanos. Así lo refleja el discurso de un dirigente de la Multigremial Soy Campo: “nosotros tenemos una relación con los animales que tiene muchos elementos. Por ejemplo, tienes un compromiso diario con tus animales, porque no conocen los feriados ni el fin de semana. Los animales para nosotros son nuestra vida, pueden ser nuestro sustento, pueden ser también nuestro trabajo, son nuestra forma de entretenimiento”. La historia del especismo tiene larga data en la humanidad, al ser la caza y la pesca una de las primeras formas de sobrevivencia de las comunidades, formas de vida que diversas culturas mantienen hasta hoy. En nuestro país, diversos pueblos originarios han practicado sacrificios de ganado para rituales de fertilidad. Así también, tal como lo refleja su discurso, esta relación ambivalente es también parte de la cultura campesina que habita las zonas rurales del centro y sur de Chile. “Cuando tú quieres sacar los animales o acabar con las tradiciones o terminarlas por distintas razones, lo que se produce para nosotros es una desestructuración absoluta de nuestras vidas, o sea, si a mí me quitan los caballos, me matan o me dejan cerca”, señalan desde la Multigremial. ¿Soluciones? Reemplazo del uso de los animales no humanos en la ciencia o la agricultura existen, ya que para la experimentación de cosméticos y medicinas se buscan alternativas bioinformáticas y el uso del big data para modelar posibles efectos adversos en humanos; mientras que, en la agricultura, cada día es menos común ver animales en prácticas de cultivo, los cuales han sido progresivamente reemplazados por maquinarias. Lamentablemente, el uso de animales para el espectáculo

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