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Cuando el bosque habla con balas: Toledo y las verdades que incomodan al poder

Durante la tarde del 20 de noviembre, el ex capitán de Carabineros Miguel Ángel Toledo Cancino fue encontrado sin vida en su domicilio en la población 5 de Octubre, en la comuna de Victoria. Su fallecimiento causó conmoción regional debido a su exposición pública en los últimos años, marcada por denuncias contra altos mandos policiales y su actividad como empresario maderero. TIEMPO ATRÁSEran pasadas las once de la mañana cuando Miguel Ángel Toledo oyó lo que no debía: escoltas policiales, motorizados detenidos en el camino de ripio hacia el Fundo Canihual, Tirúa. Él ya sabía que algo no calzaba: la exigencia de marcar con GPS cada punto de acopio de madera (más de 5.000 hectáreas) como precio para recibir protección, los drones que él tenía preparados para seguridad y que fueron rechazados con una excusa (“usted no puede usar drones”)…Luego los disparos. Él, experto en armamento, no tuvo duda: “esas ráfagas fueron Uzi. Las únicas personas que usan Uzi son los Carabineros, nadie más”. Lo que debía haber sido protección se convirtió en emboscada: dos trabajadores autorizados a subir, luego fuego, luego silencio. El parte policial atribuyéndolo a un “asalto mapuche”, la madera desaparecida. “Lo que sería un operativo preventivo para evitar atentados, se convirtió, justamente, en un atentado: una falsa emboscada para justificar el robo de madera.” Para Toledo, ese episodio no era uno más. Era la punta del iceberg de un sistema: uniformados que participan de negocios de saqueo, montajes de “ataques” para legitimar presencia coercitiva, empresas que blanquean madera robada, comunidades criminalizadas por la narrativa oficial. Ese episodio, que marcó su vida, no fue un rayo aislado en el cielo turbulento de la macrozona sur. Durante la tarde del 20 de noviembre, el ex capitán de Carabineros Miguel Ángel Toledo Cancino fue encontrado sin vida en su domicilio en la población 5 de Octubre, en la comuna de Victoria. Su fallecimiento causó conmoción regional debido a su exposición pública en los últimos años, marcada por denuncias contra altos mandos policiales y su actividad como empresario maderero. Cayó dentro de una serie de muertes y supuestos atentados que jamás cerraron del todo—historias donde el fuego, las balas y las versiones oficiales conviven con sombras, complicidades y silencios. En esa misma geografía, otros casos han quedado como heridas abiertas: el cabo Eugenio Nain, abatido en circunstancias jamás esclarecidas del todo; el matrimonio Luchsinger-Mackay, carbonizados en un crimen donde las líneas entre conflicto, negocio y manipulación siempre estuvieron contaminadas. En la Araucanía, lo misterioso no es excepción: es patrón. Causa de muerte: edema pulmonar agudo cardiogénico El Servicio Médico Legal confirmó que Toledo falleció por causas naturales, específicamente un edema pulmonar agudo cardiogénico, descartando completamente la intervención de terceros. La confirmación busca entregar certeza ante las especulaciones surgidas tras conocerse la noticia. El seremi de Seguridad Pública de La Araucanía, Israel Campusano, señaló que Toledo “habría tenido una falla multisistémica producto de una enfermedad que lo aquejaba”, enfatizando que el caso corresponde a una muerte natural. “Lamentamos mucho su fallecimiento”, declaró la autoridad. Este reportaje busca dar cabida a las denuncias que Toledo levantó en vida, através de su cuenta de tiktok y que dan pie a un válido cuestionamiento sobre su muerte. Miguel Ángel Toledo: un hombre que cambió de uniforme para denunciar a quienes fueron sus pares Miguel Ángel Toledo no fue un denunciante común. Fue capitán de Carabineros, formado en disciplina y mando. Tras su retiro, ingresó al negocio forestal, terreno fértil para observar desde afuera —y con conocimiento interno— lo que él describió como un sistema de robo organizado de madera, operado desde dentro de la institución policial.En 2017 comenzó a denunciar públicamente nombres, rangos, modus operandi. Habló de reuniones con oficiales como el comandante Hernán Benavides y el capitán Juan Carlos Ojeda, y apuntó directamente al coronel Marcelo Teuber, jefe de inteligencia en La Araucanía, como una de las piezas clave del entramado. Según su relato, las amenazas comenzaron cuando denunció que los montajes policiales —supuestos atentados, falsos ataques, partes adulterados— eran parte de un negocio mayor: exportación de madera robada, blanqueada con documentación legal. Aseguró que forestales contrataban a carabineros activos como guardias privados, fusionando negocio y represión.Toledo presentó querellas por hostigamiento, hurto y montajes, y aseguró que incluso un carabinero —el cabo segundo Manuel Colipán— le confesó que su herida no fue causada por un ataque mapuche, sino por fuego amigo. Para Toledo, la violencia en la zona no respondía a insurgencias, sino a intereses empresariales y policiales entrelazados. Y lo más grave: afirmó conocer casos de ataques mortales atribuidos a grupos mapuche que, según él, fueron obra de “gente metida adentro”, actores internos con poder y acceso a armas.Esa afirmación, dicha en voz alta, lo convirtió en un objetivo.En una región marcada por la tensión territorial, el negocio forestal y la presencia estatal armada, la historia de Miguel Ángel Toledo emerge como advertencia. Lo que él denunció no era solo corrupción administrativa: era un sistema sofisticado donde el uniforme y la empresa se mezclan, donde la violencia se usa para justificar control y donde el silencio tiene precio. La Araucanía es un territorio donde las muertes “misteriosas” parecen calcadas unas de otras: heridos que luego contradicen el parte oficial, atentados cuya autoría se asigna antes de investigar, versiones policiales que no siempre coinciden con la evidencia, negocios que respiran al ritmo de la violencia. Toledo entendió demasiado bien cómo funcionaba ese engranaje. Quizás por eso su destino —su muerte, su desaparición o su silenciamiento— debe leerse como síntoma de una regresión autoritaria más amplia:cuando el denunciante deja de estar protegido, la democracia deja de existir plenamente. Su historia no es solo un capítulo más del conflicto. Es un mapa de cómo opera el poder cuando nadie lo mira.Un recordatorio de que en ciertas zonas del país, levantar la voz puede transformarse, literal y rápidamente, en una sentencia. ¿No es sólo Toledo: otros casos, otras piezas del rompecabezas? Montajes, complicidades y robo de madera Muertes, atentados y silencios La historia de Toledo

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El sistema global de alimentación y el estilo de vida que preferimos llevar

Abrimos el refrigerador y lo que tenemos es el mundo entero. Si pudiésemos ver toda la historia de las cosas solo al tocarlas podríamos valorar realmente lo que llevamos a nuestro cuerpo, lo que aceptamos en nuestra vida. El enmascaramiento de esta realidad y la aceptación de la idea del producto sin el sufrimiento es uno de los grandes aliados del sistema a base animal. Foto de Anna Pelzer en Unsplash Esta comodidad no puede ser descartada como un mero antojo egocéntrico. Desde el punto de vista de la Experiencia de Usuario, debemos tratar de estar donde el público está, usar sus caminos y sus formatos. Al final, mas que ver la realidad lo que se espera es un producto alimenticio que cumpla ciertos requisitos de sabor, temperatura, consistencia, nutricional. El impacto ambiental de la producción animal es un tema ampliamente estudiado y discutido en la literatura científica y en informes de organizaciones internacionales. La producción de carne, especialmente la carne de res, tiene un alto impacto ambiental en términos de emisiones de gases de efecto invernadero, uso de agua y deforestación. Según el informe de la FAO “La larga sombra del ganado” (2006), la producción de carne contribuye significativamente al cambio climático, representando aproximadamente el 14,5% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. La cría intensiva de animales para la producción de carne puede involucrar prácticas que plantean preocupaciones sobre el bienestar animal. Organizaciones como la World Animal Protection y la Humane Society International brindan información y estudios sobre las condiciones en las que se crían y sacrifican los animales de granja. Existen cada vez más opciones de alimentos alternativos a base de plantas que ofrecen una alternativa más sostenible y ética a la carne. Estos productos, como las hamburguesas vegetales y los sustitutos de carne, están ganando popularidad y están respaldados por investigaciones y desarrollos en la industria de alimentos.

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El Gran Deseo de los Animales

En un bosque lleno de árboles y flores, los animales vivían felices, pero a veces había problemas que no podían resolver. La tortuga, tan lenta, se volteaba y no podía levantarse. Los pájaros a veces se lastimaban las alas y los gatos quedaban atrapados en lo alto de los árboles. Un día, los animales se reunieron y decidieron pedirle ayuda a la naturaleza. Todos juntos dijeron: —¡Querida naturaleza, necesitamos ayuda para resolver nuestros problemas! La naturaleza escuchó y, al poco tiempo, les trajo a los humanos. Los animales miraron sorprendidos, pero pronto vieron lo que podían hacer. Un humano rescató a un gato atrapado en un árbol. Otro curó a un pájaro herido. Una niña pequeña ayudó a una tortuga volteada. Los humanos no solo ayudaban a los animales, sino que también arreglaban cosas. Un humano hizo una nueva cola para un zorro que la había perdido. Otro construyó un camino para un ciervo que tropezaba. Un oso fue liberado de una cueva por un humano con una palanca. Cuando las ardillas se quedaron sin nueces, un humano les hizo casas de madera llenas de comida. Y cuando una zorra preocupada por el agua cerca de su madriguera, los humanos le construyeron una fuente cerca de su hogar. Los conejos, que temían las lluvias, encontraron que los humanos habían hecho madrigueras más profundas para que pudieran estar seguros. Así, los animales aprendieron que, aunque los humanos eran diferentes, tenían un gran corazón. Ayudaron a los animales y a la naturaleza, plantando árboles y limpiando los ríos. El bosque creció más grande y hermoso que nunca, y todos, animales y humanos, trabajaron juntos para cuidar su hogar.

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Análisis al debate de las especies y los humanos

La relación entre los seres humanos, los animales y la naturaleza ha sido construida históricamente sobre una jerarquía que reproduce sistemas de dominación. En América Latina, estas relaciones son especialmente complejas debido a la coexistencia de prácticas culturales tradicionales, como las que se encuentran en el mundo campesino e indígena, con discursos éticos contemporáneos sobre los derechos de los animales y la justicia ambiental. Las tensiones entre tradición y modernidad, así como entre prácticas arraigadas y los nuevos paradigmas ético-políticos, constituyen el terreno central sobre el cual se configura la actual discusión interespecie en la región. Foto de Oskar Kadaksoo en Unsplash La filósofa argentina María Lugones (2010) sostiene que la colonialidad no solo impuso una lógica económica, sino también una clasificación jerárquica de los seres vivos. En su propuesta de la “colonialidad del género”, Lugones explica cómo la dominación moderna se articuló sobre dicotomías como humano/animal, cultura/naturaleza, razón/cuerpo. Esta visión ha generado sistemas de poder donde los animales quedan subordinados y explotados como recursos, en una continuidad con la dominación sobre mujeres, pueblos originarios y territorios. En este sentido, el especismo —definido inicialmente por Ryder (1970) y desarrollado por Peter Singer (1975)— ha sido objeto de revisiones críticas desde el Sur Global. Mientras Singer plantea una ética utilitarista que extiende la consideración moral a todos los seres sintientes, autores latinoamericanos han cuestionado el sesgo universalista, blanco y abstracto de estas posturas. Leonardo Boff (1995), desde la teología de la liberación, propone una “ecología integral” que sitúa la vida como el centro ético, incluyendo a los animales y a los ecosistemas como sujetos del cuidado. Desde el feminismo decolonial, Rita Segato (2014) plantea que las lógicas de dominación sobre los cuerpos animales están imbricadas con la dominación sobre los cuerpos feminizados. Así, el maltrato animal no puede analizarse en abstracto, sino como parte de una estructura patriarcal y colonial que organiza jerárquicamente lo humano y lo no humano. Sayak Valencia (2010), desde la teoría del capitalismo gore, profundiza en esta relación al señalar cómo el capitalismo contemporáneo convierte los cuerpos en mercancías desechables, extendiendo esta lógica a los animales explotados por la industria alimentaria o el espectáculo. La tensión entre las tradiciones culturales y los derechos de los animales representa uno de los dilemas más visibles en el debate público latinoamericano. En Chile, por ejemplo, la discusión sobre el rodeo, las carreras de galgos o la trilla con bueyes enfrenta a grupos defensores de las tradiciones con movimientos animalistas que denuncian estas prácticas como formas de maltrato. Esta dicotomía, sin embargo, es simplista. Catherine Walsh (2005) propone el concepto de interculturalidad crítica para salir de la polarización entre lo “propio” y lo “ajeno”. Según esta visión, es posible cuestionar prácticas tradicionales sin invalidar las culturas que las sostienen, siempre que se promueva un diálogo horizontal y ético. En el mundo indígena latinoamericano, existen formas de relación con los animales que se distancian tanto del especismo moderno como de ciertas visiones occidentales de derechos. En las cosmovisiones andinas, por ejemplo, los animales son considerados “hermanos menores” y parte de una red espiritual que conecta a todos los seres. Arturo Escobar (2014) sostiene que estas formas de vida responden a racionalidades diferentes a la lógica extractivista del desarrollo, y por lo tanto deben ser consideradas en cualquier propuesta ética y política que aspire a la sostenibilidad. El ecofeminismo latinoamericano ha sido una de las corrientes más potentes para pensar estas articulaciones. Yuderkys Espinosa Miñoso (2020) argumenta que no basta con denunciar el patriarcado o el racismo; es necesario también desmantelar las estructuras especistas y antropocéntricas que sostienen al sistema capitalista. Desde esta perspectiva, el cuidado se transforma en un principio ético-político que debe extenderse más allá de la especie humana. Verónica Gago (2019), desde el feminismo popular, enfatiza que el cuidado no es una tarea esencialista de las mujeres, sino una práctica comunitaria de defensa de la vida frente a la violencia sistémica. Una contribución clave a este marco es el concepto de cuerpo-territorio, desarrollado por la activista maya-xinca Lorena Cabnal. Este plantea que el cuerpo femenino y el territorio son ambos espacios políticos atravesados por las mismas violencias coloniales y patriarcales. Así, la defensa de la tierra y la defensa del cuerpo se conectan con la defensa de la vida animal como parte de un mismo tejido vital. Esta mirada permite complejizar la discusión sobre derechos animales, insertándola en luchas más amplias por la justicia ecológica, territorial y de género. La historia de las relaciones humano-animal en América Latina ha sido invisibilizada en gran parte por una historiografía centrada en lo humano y en los procesos productivos. Sin embargo, como señala el historiador chileno Gabriel Salazar, los animales han sido actores fundamentales en la vida rural, en el trabajo, la movilidad y la subsistencia. Esta presencia ha sido al mismo tiempo afectiva y utilitaria, generando vínculos ambivalentes que hoy deben ser revisitados críticamente. Desde la literatura, autoras como Samanta Schweblin, Clarice Lispector o Gabriela Mistral han construido relatos donde la vida animal es narrada con sensibilidad ética, rompiendo la lógica instrumental que predomina en otros discursos. Frente a estos antecedentes, es necesario proponer una ética interespecie situada. Esta ética no puede ser abstracta ni universalista, sino que debe reconocer los contextos históricos, culturales y territoriales en que se construyen las relaciones humano-animal. Val Plumwood (2002), aunque desde un enfoque no latinoamericano, propone superar el dualismo naturaleza/cultura mediante una ontología relacional que reconoce la agencia de los seres no humanos. Esta propuesta puede dialogar con las cosmovisiones del Abya Yala, que históricamente han comprendido la vida como una red de reciprocidades entre humanos, animales, plantas y elementos naturales. Finalmente, autores como Silvia Rivera Cusicanqui y Raquel Gutiérrez Aguilar proponen que la lucha por nuevas formas de vida debe comenzar por descolonizar el saber, la percepción y las relaciones. En ese proceso, la pregunta por los animales no es una cuestión menor ni secundaria: es parte del desafío más amplio de imaginar un mundo donde todas las vidas —humanas y no humanas—

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La dialéctica del maltrato animal en las tradiciones

Pareciera que las tradiciones populares que usan animales, tales como el rodeo, las peleas de gallos, las carreras de galgos, la trilla con animales, entre otras, están quedando obsoletas. A nivel nacional, es constante el rechazo que generan estas prácticas en la ciudadanía y, así también, quienes prefieren consumir productos cruelty free. Sin embargo, ellas permanecen vivas, sobre todo en los territorios rurales del país. Por su parte, a nivel global, países como Francia, Italia, Colombia, Austria y Suiza penan con multas o cárcel a quienes ejerzan violencia sobre los animales o los usen para la diversión. ¿Será posible cambiar ciertas prácticas, arraigadas en la cultura, que producen “maltratos” a los animales? “Las tradiciones son buenas porque nos identifican como cultura, pero también tenemos que alinearlos con tradiciones que no tengan relación con la esclavitud, con seres que son capaces de sentir. Existe cierto límite”, opina Tatiana Burgos, vocera de la organización de liberación animal Acción Directa. Foto de Lee Pigott en Unsplash Qué es y qué no es maltrato: En Chile existen dos regulaciones que se refieren a este tema. Una de ellas es la Ley N° 21.020 sobre tenencia responsable de mascotas y la Ley N° 20.380 sobre Protección de Animales. Sin embargo, ninguna de ellas se ha aplicado con rigurosidad sobre el uso de animales para la diversión. “En los gallos hay un par de condenas por maltrato animal, pero nunca se ha ganado un juicio en el cual hayan dicho ‘esta actividad es maltrato animal’. Y es relativamente lógico, porque aquí lo que importa es que los actos sean juzgados, para saber si es que son o no constitutivos de maltrato animal según la ley. El problema es que lo que la gente entiende por maltrato animal realmente es difuso, nadie sabe lo que es maltrato animal, no lo conoces, los animalistas manipulan el lenguaje de tal manera que todo es maltrato animal”, opinan dirigentes de la Multigremial Soy (del) Campo. Efectivamente, el maltrato animal no está definido en los cuerpos de Ley mencionados. Asimismo, la Declaración Universal de los Derechos del Animal, adoptada por la Liga Internacional de los Derechos del Animales en 1977, identifica los derechos “naturales” de las especies no humanas, pero tampoco define qué es el maltrato. Un ejemplo de esta problemática en Chile es la que enfrentaron las y los activistas que apoyaron el proyecto de Ley que prohibiría las carreras de perros galgos, que fue rechazado el año pasado en la Cámara de Diputados. Los argumentos en contra de la moción apuntaron a la fuerza de la identidad y tradición campesina. Luis Martínez, rescatista de galgos cuenta que esta práctica conlleva una serie de irregularidades: “hay ludopatía, antes las apuestas eran de 50 mil pesos, pero ahora se ha infiltrado el narcotráfico, por lo que las apuestas pueden llegar hasta los 10 ó 20 millones de pesos”. El activista opina que las consecuencias de esta tradición las reciben los perros, que son rescatados con diversas lesiones y daños hepáticos, pues para que rindan en la carrera, se les inyectan vitaminas y drogas. “Concluida la carrera, los galgos los ponen en una jaula donde permanecen encerrados por dos semanas hasta la nueva carrera”, cuenta. Especismo versus tradición. El sociólogo Eduardo Galo explica que la noción que respalda el uso de animales para la diversión es el “especismo”, un mecanismo de opresión hacia otras especies que nos hace verlas como inferiores a nosotros, los humanos. “Vemos a los animales como seres que nos pueden dar un beneficio, jamás vemos al individuo que hay detrás. Y eso se traslapa con otros espacios, como la religión que también da una visión de cómo nos relacionamos con los animales, y asimismo la escuela; ni siquiera dentro de la misma academia hay espacios que logren visibilizar las violencias tan naturalizadas en estas construcciones arbitrarias”, analiza Galo. Sin embargo, según el sociólogo, esta práctica se contradice con las respuestas que tenemos a otros tipos de violencia u ‘opresión’. “Cuando hablamos de especismo hablamos de un sistema de opresión que incluye las mismas lógicas de violencia que rechazamos en otros espacios. Nadie está de acuerdo con las lógicas racistas. Sin embargo, en el cotidiano practicamos lógicas especistas que ni siquiera logramos ver como algo violento”, señala. Por su parte, la vida y cultura campesina arraigada en las tradiciones nacionales encuentran su sustento y cosmovisión en compañía de los animales no humanos. Así lo refleja el discurso de un dirigente de la Multigremial Soy Campo: “nosotros tenemos una relación con los animales que tiene muchos elementos. Por ejemplo, tienes un compromiso diario con tus animales, porque no conocen los feriados ni el fin de semana. Los animales para nosotros son nuestra vida, pueden ser nuestro sustento, pueden ser también nuestro trabajo, son nuestra forma de entretenimiento”. La historia del especismo tiene larga data en la humanidad, al ser la caza y la pesca una de las primeras formas de sobrevivencia de las comunidades, formas de vida que diversas culturas mantienen hasta hoy. En nuestro país, diversos pueblos originarios han practicado sacrificios de ganado para rituales de fertilidad. Así también, tal como lo refleja su discurso, esta relación ambivalente es también parte de la cultura campesina que habita las zonas rurales del centro y sur de Chile. “Cuando tú quieres sacar los animales o acabar con las tradiciones o terminarlas por distintas razones, lo que se produce para nosotros es una desestructuración absoluta de nuestras vidas, o sea, si a mí me quitan los caballos, me matan o me dejan cerca”, señalan desde la Multigremial. ¿Soluciones? Reemplazo del uso de los animales no humanos en la ciencia o la agricultura existen, ya que para la experimentación de cosméticos y medicinas se buscan alternativas bioinformáticas y el uso del big data para modelar posibles efectos adversos en humanos; mientras que, en la agricultura, cada día es menos común ver animales en prácticas de cultivo, los cuales han sido progresivamente reemplazados por maquinarias. Lamentablemente, el uso de animales para el espectáculo

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