Esteban Suárez Bruna

Ensayo, Habitar el Planeta

El sistema global de alimentación y el estilo de vida que preferimos llevar

Abrimos el refrigerador y lo que tenemos es el mundo entero. Si pudiésemos ver toda la historia de las cosas solo al tocarlas podríamos valorar realmente lo que llevamos a nuestro cuerpo, lo que aceptamos en nuestra vida. El enmascaramiento de esta realidad y la aceptación de la idea del producto sin el sufrimiento es uno de los grandes aliados del sistema a base animal. Foto de Anna Pelzer en Unsplash Esta comodidad no puede ser descartada como un mero antojo egocéntrico. Desde el punto de vista de la Experiencia de Usuario, debemos tratar de estar donde el público está, usar sus caminos y sus formatos. Al final, mas que ver la realidad lo que se espera es un producto alimenticio que cumpla ciertos requisitos de sabor, temperatura, consistencia, nutricional. El impacto ambiental de la producción animal es un tema ampliamente estudiado y discutido en la literatura científica y en informes de organizaciones internacionales. La producción de carne, especialmente la carne de res, tiene un alto impacto ambiental en términos de emisiones de gases de efecto invernadero, uso de agua y deforestación. Según el informe de la FAO “La larga sombra del ganado” (2006), la producción de carne contribuye significativamente al cambio climático, representando aproximadamente el 14,5% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. La cría intensiva de animales para la producción de carne puede involucrar prácticas que plantean preocupaciones sobre el bienestar animal. Organizaciones como la World Animal Protection y la Humane Society International brindan información y estudios sobre las condiciones en las que se crían y sacrifican los animales de granja. Existen cada vez más opciones de alimentos alternativos a base de plantas que ofrecen una alternativa más sostenible y ética a la carne. Estos productos, como las hamburguesas vegetales y los sustitutos de carne, están ganando popularidad y están respaldados por investigaciones y desarrollos en la industria de alimentos.

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Reportaje, Turismo en Chile

Concentración digital: La lucha por la soberanía tecnológica del turismo en Chile

“En el siglo XXI no se viaja. Se reserva. Y lo que no se reserva, no existe.” Esta frase es la síntesis del drama contemporáneo del turismo. En un mundo gobernado por interfaces, filtros y estrellas, lo que no está online no entra en la imaginación del viajero. Lo que no aparece en la primera página de Booking o Airbnb, simplemente no sucede. Lo que alguna vez fue un ritual de confianza —llamar por teléfono a una tía lejana, anotar una dirección en una libreta, seguir la recomendación del conductor del bus— hoy está mediado por algoritmos, sistemas de reputación y un puñado de plataformas con control absoluto sobre la visibilidad, el precio y la narrativa. 📈 Radiografía nacional: más viajes, menos diversidad Según cifras de SERNATUR (2024), el turismo interno en Chile aumentó en un 23,4% entre 2022 y 2024. Este auge, impulsado por una recuperación postpandemia y el fortalecimiento de programas como “Chile es Tuyo”, no ha sido homogéneo: mientras destinos como San Pedro de Atacama, Torres del Paine o Pucón concentran el 62% de las búsquedas en Google (Google Trends Chile, 2024), centenares de pequeñas localidades siguen sin visibilidad ni acceso a los flujos turísticos. Esto no es casualidad. Un estudio de la Universidad de Santiago (CITUR, 2023) reveló que más del 85% de las decisiones de viaje en Chile se toman en entornos digitales, y que un 72% de las reservas se realizan a través de plataformas extranjeras como Booking, Airbnb o Despegar. 🌍 Los amos de la reserva: una concentración silenciosa Booking Holdings Inc. controla cerca del 74% del mercado global de reservas de alojamiento en línea (OECD, 2023), incluyendo marcas como Kayak, Agoda, Priceline y Rentalcars. Su CEO, Glenn Fogel, ha declarado que “Booking empodera a millones de pequeños alojamientos en el mundo” (Skift Forum Europe, 2023). Pero diversos informes contradicen esa retórica. Un informe de la European Commission on Digital Markets (2023) advirtió que la posición dominante de estas plataformas reduce la competencia local, impone comisiones de hasta un 25% a los hospedajes y limita la posibilidad de negociación de pequeños operadores. La mayoría de los hoteles pequeños en Chile, por ejemplo, no tienen acceso a herramientas de puja publicitaria dentro de la plataforma, quedando relegados a posiciones bajas salvo que paguen por visibilidad. Airbnb, por su parte, ha sido objeto de numerosas críticas por su efecto en la crisis de vivienda urbana. En Valparaíso, un estudio liderado por la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Valparaíso (2024) reveló que el 35,7% de las viviendas de uso residencial en el cerro Alegre y cerro Concepción se destinan a arriendo turístico. Este fenómeno ha sido identificado como un factor de presión al alza en los precios de arriendo a largo plazo, generando desplazamientos de población residente y pérdida de tejido barrial. 🤖 ¿El problema es la tecnología o la concentración? Este dilema atraviesa el debate contemporáneo sobre economía digital. La tecnología —plataformas, APIs, motores de búsqueda— no es en sí misma el problema. El problema es la concentración. Como sostiene la economista digital Shoshana Zuboff (2019), el capitalismo de vigilancia crea un ecosistema en el cual el control de los datos otorga poder económico, político y simbólico. En turismo, eso significa decidir quién aparece, a qué precio y con qué relato. Según la organización Open Future (2022), el 80% del tráfico turístico digital pasa por cuatro conglomerados tecnológicos: Booking Holdings, Expedia Group, Airbnb Inc. y Google Travel. 🛠️ Desde Chile: Hostora, una alternativa naciente En este escenario emerge una apuesta inesperada. Hostora, un desarrollo de la agencia digital chilena MADAM LATAM, busca crear una infraestructura tecnológica nacional que permita a alojamientos locales ofrecer sus servicios sin intermediarios. “Queremos que la señora que vende sopaipillas en la Carretera Austral pueda tener su ficha digital, su botón de WhatsApp, y su historia contada en su idioma”, explica Esteban Suárez Bruna, fundador del proyecto. Hostora funciona como una plataforma abierta, personalizable y con foco territorial. No cobra comisiones por reserva, permite integrar pagos locales y construye un ecosistema donde el contenido —fotos, descripciones, testimonios— responde a las narrativas locales, no a una lógica estandarizada de estrellas y descuentos. “Queremos ser Chile conectado con Chile”, resume Suárez Bruna. El sitio está disponible en: www.madamlatam.cl/hostora. 📚 Perspectivas desde la academia y la crítica Diversos trabajos académicos coinciden en que la respuesta no está en desconectarse de la tecnología, sino en democratizar su propiedad y uso. El informe “Tourism Digitalization and Inequality” del European Institute of Innovation & Technology (2022) sugiere crear plataformas comunitarias de datos, sistemas de reservas con software libre y alianzas entre municipios y pymes tecnológicas. Por su parte, la investigadora argentina María Laura Sulle, experta en turismo rural, ha documentado cómo la adopción de herramientas digitales propias ha permitido a comunidades indígenas del norte argentino aumentar su visibilidad sin renunciar a su autonomía cultural (Sulle, 2021). 💡 El turismo como soberanía digital Como concluye el investigador alemán Bastian Obermayer: “El viaje del siglo XXI es también una batalla por la infraestructura invisible”. Esto no es solo una cuestión de código, sino de poder. En última instancia, el turismo debería ser una forma de redistribuir el ingreso, revitalizar territorios y promover el encuentro entre culturas. Pero si dejamos que su estructura digital sea controlada por cuatro empresas, lo que obtendremos será una versión algorítmica y empobrecida del mundo. ✊ La revolución será local. Y estará programada en PHP. Este reportaje no tiene moraleja. Tiene una advertencia: o recuperamos nuestra capacidad de narrar, mostrar y conectar los destinos con sus visitantes, o dejaremos que los filtros automáticos decidan por nosotros. Quizás el próximo gran viaje no sea a la Torre Eiffel. Quizás sea a nuestra propia soberanía digital, donde los mapas los dibujemos nosotros. Referencias académicas y oficiales:

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Escritura Creativa, Habitar el Planeta

El Gran Deseo de los Animales

En un bosque lleno de árboles y flores, los animales vivían felices, pero a veces había problemas que no podían resolver. La tortuga, tan lenta, se volteaba y no podía levantarse. Los pájaros a veces se lastimaban las alas y los gatos quedaban atrapados en lo alto de los árboles. Un día, los animales se reunieron y decidieron pedirle ayuda a la naturaleza. Todos juntos dijeron: —¡Querida naturaleza, necesitamos ayuda para resolver nuestros problemas! La naturaleza escuchó y, al poco tiempo, les trajo a los humanos. Los animales miraron sorprendidos, pero pronto vieron lo que podían hacer. Un humano rescató a un gato atrapado en un árbol. Otro curó a un pájaro herido. Una niña pequeña ayudó a una tortuga volteada. Los humanos no solo ayudaban a los animales, sino que también arreglaban cosas. Un humano hizo una nueva cola para un zorro que la había perdido. Otro construyó un camino para un ciervo que tropezaba. Un oso fue liberado de una cueva por un humano con una palanca. Cuando las ardillas se quedaron sin nueces, un humano les hizo casas de madera llenas de comida. Y cuando una zorra preocupada por el agua cerca de su madriguera, los humanos le construyeron una fuente cerca de su hogar. Los conejos, que temían las lluvias, encontraron que los humanos habían hecho madrigueras más profundas para que pudieran estar seguros. Así, los animales aprendieron que, aunque los humanos eran diferentes, tenían un gran corazón. Ayudaron a los animales y a la naturaleza, plantando árboles y limpiando los ríos. El bosque creció más grande y hermoso que nunca, y todos, animales y humanos, trabajaron juntos para cuidar su hogar.

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Ensayo, Habitar el Planeta, Todo

Análisis al debate de las especies y los humanos

La relación entre los seres humanos, los animales y la naturaleza ha sido construida históricamente sobre una jerarquía que reproduce sistemas de dominación. En América Latina, estas relaciones son especialmente complejas debido a la coexistencia de prácticas culturales tradicionales, como las que se encuentran en el mundo campesino e indígena, con discursos éticos contemporáneos sobre los derechos de los animales y la justicia ambiental. Las tensiones entre tradición y modernidad, así como entre prácticas arraigadas y los nuevos paradigmas ético-políticos, constituyen el terreno central sobre el cual se configura la actual discusión interespecie en la región. Foto de Oskar Kadaksoo en Unsplash La filósofa argentina María Lugones (2010) sostiene que la colonialidad no solo impuso una lógica económica, sino también una clasificación jerárquica de los seres vivos. En su propuesta de la “colonialidad del género”, Lugones explica cómo la dominación moderna se articuló sobre dicotomías como humano/animal, cultura/naturaleza, razón/cuerpo. Esta visión ha generado sistemas de poder donde los animales quedan subordinados y explotados como recursos, en una continuidad con la dominación sobre mujeres, pueblos originarios y territorios. En este sentido, el especismo —definido inicialmente por Ryder (1970) y desarrollado por Peter Singer (1975)— ha sido objeto de revisiones críticas desde el Sur Global. Mientras Singer plantea una ética utilitarista que extiende la consideración moral a todos los seres sintientes, autores latinoamericanos han cuestionado el sesgo universalista, blanco y abstracto de estas posturas. Leonardo Boff (1995), desde la teología de la liberación, propone una “ecología integral” que sitúa la vida como el centro ético, incluyendo a los animales y a los ecosistemas como sujetos del cuidado. Desde el feminismo decolonial, Rita Segato (2014) plantea que las lógicas de dominación sobre los cuerpos animales están imbricadas con la dominación sobre los cuerpos feminizados. Así, el maltrato animal no puede analizarse en abstracto, sino como parte de una estructura patriarcal y colonial que organiza jerárquicamente lo humano y lo no humano. Sayak Valencia (2010), desde la teoría del capitalismo gore, profundiza en esta relación al señalar cómo el capitalismo contemporáneo convierte los cuerpos en mercancías desechables, extendiendo esta lógica a los animales explotados por la industria alimentaria o el espectáculo. La tensión entre las tradiciones culturales y los derechos de los animales representa uno de los dilemas más visibles en el debate público latinoamericano. En Chile, por ejemplo, la discusión sobre el rodeo, las carreras de galgos o la trilla con bueyes enfrenta a grupos defensores de las tradiciones con movimientos animalistas que denuncian estas prácticas como formas de maltrato. Esta dicotomía, sin embargo, es simplista. Catherine Walsh (2005) propone el concepto de interculturalidad crítica para salir de la polarización entre lo “propio” y lo “ajeno”. Según esta visión, es posible cuestionar prácticas tradicionales sin invalidar las culturas que las sostienen, siempre que se promueva un diálogo horizontal y ético. En el mundo indígena latinoamericano, existen formas de relación con los animales que se distancian tanto del especismo moderno como de ciertas visiones occidentales de derechos. En las cosmovisiones andinas, por ejemplo, los animales son considerados “hermanos menores” y parte de una red espiritual que conecta a todos los seres. Arturo Escobar (2014) sostiene que estas formas de vida responden a racionalidades diferentes a la lógica extractivista del desarrollo, y por lo tanto deben ser consideradas en cualquier propuesta ética y política que aspire a la sostenibilidad. El ecofeminismo latinoamericano ha sido una de las corrientes más potentes para pensar estas articulaciones. Yuderkys Espinosa Miñoso (2020) argumenta que no basta con denunciar el patriarcado o el racismo; es necesario también desmantelar las estructuras especistas y antropocéntricas que sostienen al sistema capitalista. Desde esta perspectiva, el cuidado se transforma en un principio ético-político que debe extenderse más allá de la especie humana. Verónica Gago (2019), desde el feminismo popular, enfatiza que el cuidado no es una tarea esencialista de las mujeres, sino una práctica comunitaria de defensa de la vida frente a la violencia sistémica. Una contribución clave a este marco es el concepto de cuerpo-territorio, desarrollado por la activista maya-xinca Lorena Cabnal. Este plantea que el cuerpo femenino y el territorio son ambos espacios políticos atravesados por las mismas violencias coloniales y patriarcales. Así, la defensa de la tierra y la defensa del cuerpo se conectan con la defensa de la vida animal como parte de un mismo tejido vital. Esta mirada permite complejizar la discusión sobre derechos animales, insertándola en luchas más amplias por la justicia ecológica, territorial y de género. La historia de las relaciones humano-animal en América Latina ha sido invisibilizada en gran parte por una historiografía centrada en lo humano y en los procesos productivos. Sin embargo, como señala el historiador chileno Gabriel Salazar, los animales han sido actores fundamentales en la vida rural, en el trabajo, la movilidad y la subsistencia. Esta presencia ha sido al mismo tiempo afectiva y utilitaria, generando vínculos ambivalentes que hoy deben ser revisitados críticamente. Desde la literatura, autoras como Samanta Schweblin, Clarice Lispector o Gabriela Mistral han construido relatos donde la vida animal es narrada con sensibilidad ética, rompiendo la lógica instrumental que predomina en otros discursos. Frente a estos antecedentes, es necesario proponer una ética interespecie situada. Esta ética no puede ser abstracta ni universalista, sino que debe reconocer los contextos históricos, culturales y territoriales en que se construyen las relaciones humano-animal. Val Plumwood (2002), aunque desde un enfoque no latinoamericano, propone superar el dualismo naturaleza/cultura mediante una ontología relacional que reconoce la agencia de los seres no humanos. Esta propuesta puede dialogar con las cosmovisiones del Abya Yala, que históricamente han comprendido la vida como una red de reciprocidades entre humanos, animales, plantas y elementos naturales. Finalmente, autores como Silvia Rivera Cusicanqui y Raquel Gutiérrez Aguilar proponen que la lucha por nuevas formas de vida debe comenzar por descolonizar el saber, la percepción y las relaciones. En ese proceso, la pregunta por los animales no es una cuestión menor ni secundaria: es parte del desafío más amplio de imaginar un mundo donde todas las vidas —humanas y no humanas—

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Habitar el Planeta, Reportaje, Todo

La dialéctica del maltrato animal en las tradiciones

Pareciera que las tradiciones populares que usan animales, tales como el rodeo, las peleas de gallos, las carreras de galgos, la trilla con animales, entre otras, están quedando obsoletas. A nivel nacional, es constante el rechazo que generan estas prácticas en la ciudadanía y, así también, quienes prefieren consumir productos cruelty free. Sin embargo, ellas permanecen vivas, sobre todo en los territorios rurales del país. Por su parte, a nivel global, países como Francia, Italia, Colombia, Austria y Suiza penan con multas o cárcel a quienes ejerzan violencia sobre los animales o los usen para la diversión. ¿Será posible cambiar ciertas prácticas, arraigadas en la cultura, que producen “maltratos” a los animales? “Las tradiciones son buenas porque nos identifican como cultura, pero también tenemos que alinearlos con tradiciones que no tengan relación con la esclavitud, con seres que son capaces de sentir. Existe cierto límite”, opina Tatiana Burgos, vocera de la organización de liberación animal Acción Directa. Foto de Lee Pigott en Unsplash Qué es y qué no es maltrato: En Chile existen dos regulaciones que se refieren a este tema. Una de ellas es la Ley N° 21.020 sobre tenencia responsable de mascotas y la Ley N° 20.380 sobre Protección de Animales. Sin embargo, ninguna de ellas se ha aplicado con rigurosidad sobre el uso de animales para la diversión. “En los gallos hay un par de condenas por maltrato animal, pero nunca se ha ganado un juicio en el cual hayan dicho ‘esta actividad es maltrato animal’. Y es relativamente lógico, porque aquí lo que importa es que los actos sean juzgados, para saber si es que son o no constitutivos de maltrato animal según la ley. El problema es que lo que la gente entiende por maltrato animal realmente es difuso, nadie sabe lo que es maltrato animal, no lo conoces, los animalistas manipulan el lenguaje de tal manera que todo es maltrato animal”, opinan dirigentes de la Multigremial Soy (del) Campo. Efectivamente, el maltrato animal no está definido en los cuerpos de Ley mencionados. Asimismo, la Declaración Universal de los Derechos del Animal, adoptada por la Liga Internacional de los Derechos del Animales en 1977, identifica los derechos “naturales” de las especies no humanas, pero tampoco define qué es el maltrato. Un ejemplo de esta problemática en Chile es la que enfrentaron las y los activistas que apoyaron el proyecto de Ley que prohibiría las carreras de perros galgos, que fue rechazado el año pasado en la Cámara de Diputados. Los argumentos en contra de la moción apuntaron a la fuerza de la identidad y tradición campesina. Luis Martínez, rescatista de galgos cuenta que esta práctica conlleva una serie de irregularidades: “hay ludopatía, antes las apuestas eran de 50 mil pesos, pero ahora se ha infiltrado el narcotráfico, por lo que las apuestas pueden llegar hasta los 10 ó 20 millones de pesos”. El activista opina que las consecuencias de esta tradición las reciben los perros, que son rescatados con diversas lesiones y daños hepáticos, pues para que rindan en la carrera, se les inyectan vitaminas y drogas. “Concluida la carrera, los galgos los ponen en una jaula donde permanecen encerrados por dos semanas hasta la nueva carrera”, cuenta. Especismo versus tradición. El sociólogo Eduardo Galo explica que la noción que respalda el uso de animales para la diversión es el “especismo”, un mecanismo de opresión hacia otras especies que nos hace verlas como inferiores a nosotros, los humanos. “Vemos a los animales como seres que nos pueden dar un beneficio, jamás vemos al individuo que hay detrás. Y eso se traslapa con otros espacios, como la religión que también da una visión de cómo nos relacionamos con los animales, y asimismo la escuela; ni siquiera dentro de la misma academia hay espacios que logren visibilizar las violencias tan naturalizadas en estas construcciones arbitrarias”, analiza Galo. Sin embargo, según el sociólogo, esta práctica se contradice con las respuestas que tenemos a otros tipos de violencia u ‘opresión’. “Cuando hablamos de especismo hablamos de un sistema de opresión que incluye las mismas lógicas de violencia que rechazamos en otros espacios. Nadie está de acuerdo con las lógicas racistas. Sin embargo, en el cotidiano practicamos lógicas especistas que ni siquiera logramos ver como algo violento”, señala. Por su parte, la vida y cultura campesina arraigada en las tradiciones nacionales encuentran su sustento y cosmovisión en compañía de los animales no humanos. Así lo refleja el discurso de un dirigente de la Multigremial Soy Campo: “nosotros tenemos una relación con los animales que tiene muchos elementos. Por ejemplo, tienes un compromiso diario con tus animales, porque no conocen los feriados ni el fin de semana. Los animales para nosotros son nuestra vida, pueden ser nuestro sustento, pueden ser también nuestro trabajo, son nuestra forma de entretenimiento”. La historia del especismo tiene larga data en la humanidad, al ser la caza y la pesca una de las primeras formas de sobrevivencia de las comunidades, formas de vida que diversas culturas mantienen hasta hoy. En nuestro país, diversos pueblos originarios han practicado sacrificios de ganado para rituales de fertilidad. Así también, tal como lo refleja su discurso, esta relación ambivalente es también parte de la cultura campesina que habita las zonas rurales del centro y sur de Chile. “Cuando tú quieres sacar los animales o acabar con las tradiciones o terminarlas por distintas razones, lo que se produce para nosotros es una desestructuración absoluta de nuestras vidas, o sea, si a mí me quitan los caballos, me matan o me dejan cerca”, señalan desde la Multigremial. ¿Soluciones? Reemplazo del uso de los animales no humanos en la ciencia o la agricultura existen, ya que para la experimentación de cosméticos y medicinas se buscan alternativas bioinformáticas y el uso del big data para modelar posibles efectos adversos en humanos; mientras que, en la agricultura, cada día es menos común ver animales en prácticas de cultivo, los cuales han sido progresivamente reemplazados por maquinarias. Lamentablemente, el uso de animales para el espectáculo

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